En 1989 Kevin W. Kelly publicó un libro titulado The Home Planet, en el que recogía los testimonios de varios astronautas después de sus viajes al espacio. El texto es un canto al entendimiento entre los seres humanos y la necesidad de preservar nuestro frágil planeta. El este libro el mexicano Rodolfo Neri-Vela decía: “Desde el espacio me vi simplemente como una persona más entre los millones y millones que han vivido, viven y vivirán sobre la Tierra. Inevitablemente, esto le hace a uno reflexionar sobre su propia existencia y la forma en que debemos vivir nuestras cortas vidas, plenamente, disfrutando y compartiendo”. Y el cosmonauta ruso Fyodor Yurchikhin, después de haber pasado más de 500 días en la Estación Espacial Internacional, en una conferencia que dio en Madrid dijo: “No existe nada comparable a la sensación de ver la Tierra desde el espacio. Cuando estás arriba no ves ninguna frontera. Sólo ves un planeta maravilloso que es nuestro hogar. También te das cuenta de lo pequeño, indefenso y solitario que es”. Parece que ver nuestro planeta desde allá arriba cambia irremediablemente tu forma de pensar. Si creemos a los pocos seres humanos que han tenido la fortuna de vivir esta experiencia, ahora son mejores personas. Más humildes, más solidarias y más generosas. Algunos también se convierten en mejores cantantes…
Chris Hadfield sorprendió al mundo hace ahora tres años cuando en todas las televisiones apareció un vídeo suyo interpretando el “Space Oditty” de David Bowie desde la Estación Espacial Internacional. Flotando en gravedad cero a miles de kilómetros sobre nuestras cabezas, el astronauta canadiense demostró tener, además de un gran sentido del humor, un considerable talento para la música. Desde entonces Hadfield se ha convertido en toda una celebridad: ha publicado dos libros (el tercero está en camino) que se convirtieron en bestsellers del New York Times, su canal de YouTube acumula millones de visualizaciones , y es un reputado conferenciante y divulgador científico.
Hadfield quiso ser un astronauta desde que tuvo uso de razón. Y nada le detuvo a pesar de que, como él mismo escribe en la biografía de su web, “cuando era un niño que crecía en una granja de maíz de Ontario, el salto hasta llegar a convertirme en el primer canadiense en pasear por el espacio parecía inalcanzable”. Canadá no tenía programa espacial y lo más cerca de un vehículo sofisticado que tenía a su alcance era el tractor que conducía su padre. Pero aquello no fue un impedimento. Ahora Hadfield es un astronauta con bigote -no es el único, pero sí el más famoso- y, asegura, “un gran bigote conlleva una gran responsabilidad”. Él no la rechaza y, por eso, ha decidido dedicarse con todas sus fuerzas a convencer a los niños de que cualquier cosa, incluso tripular una nave espacial, es posible si se pone el suficiente empeño en ello (lo del bigote, es accesorio).
Texto: José L. Álvarez Cedena
Temas: Astronomía, Ciencia, Tecnología